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Con che soavità

erotismo en la obra de monteverdi y coetáneos

Si me permiten la analogía gastronómica, me gustaría que degustaran este programa como un menú gourmet de cinco platos, en los que se servirán diversos manjares escogidos entre la bellísima y apasionante producción musical que inundó la primera mitad del seicento italiano, y que posteriormente se ha considerado el comienzo de una nueva etapa musical, el Barroco.

Como tantas veces se ha contado, esta historia comienza a finales del siglo XVI con las disquisiciones y experimentos de los músicos y poetas de la Camerata florentina del conde Bardi sobre la idea de conectar la música con la antigua tragedia griega, en la que la palabra fuera protagonista y la música sirviera para enfatizarla. Esta fue precisamente la motivación de la nueva música o seconda pratica -como la denominó posteriormente Monteverdi-, de la monodia acompañada (canto a una sola voz acompañada por las armonías que uno o varios instrumentos realizan sobre una línea de bajo) y del estilo recitativo (canto hablado), que dieron lugar al nacimiento de las primeras óperas en los albores del siglo XVII.

Pero nuestro banquete musical de no se basa exclusivamente en la cocina de vanguardia de la nueva música, con sus Madrigales, Arias y Lamentos que nos hablan frecuentemente de amores sufridos y desdeñados. Sino también en la de origen más tradicional y que formaba parte igualmente de la cotidianeidad musical de esta época; tal es el caso de la Gallarda y Corrente -dos danzas de origen renacentista-, de los Balletti o las Canzonette con sus textos alegres, amores correspondidos y a menudo también más acalorados.

Diez exquisiteces a voce sola de seis chefs excepcionales, unos más influyentes y reconocidos por la historia y otros menos, aunque no por ello menos interesantes.

Giulio Caccini, famoso cantante y compositor que formó parte de la Camerata florentina y trabajó para en la corte de los Médici. En 1602 representó su ópera L’Euridice y publicó su famosa colección de arias y madrigales Le Nuove Musiche donde describe las claves del nuevo estilo;

Claudio Monteverdi, violagambista, cantante y uno de los compositores más importantes de la historia de la música. Ocupó el cargo de Maestro di cappella en la Basílica de San Marcos de Venecia desde 1613. En realidad Monteverdi prefirió el formato polifónico en su extensa colección de madrigales aunque a partir del libro séptimo, que titula Concerto, cambia el clásico esquema a cinco voces por una diversa variedad de formas y géneros. A este libro corresponden Con che soavità y la canzzonetta Chiome d’oro (compuesta en realidad como dúo homofónico, aquí la escucharan en versión a sólo), ambas escritas en estilo concertato.

Bárbara Strozzi, conocida como La Virtuosissima Cantatrice, fue también una apreciada y prolífica compositora, llegando a publicar ocho volúmenes de obras, la mayoría para soprano y bajo continuo, por lo que se cree que fueron escritas para interpretarlas ella misma.

Girolamo Frescobaldi, organista de San Pedro de Roma y en la corte de los Médici en Florencia. A parte de la música vocal, de la que escucharemos el aria Così mi disprezzatte basada en el bajo de Passacaglia, su producción instrumental tuvo una gran influencia en compositores posteriores.

Sigismondo d’India, posiblemente de origen noble, recorrió las cortes del norte de Italia antes de acabar trabajando durante doce años al servicio del duque de Saboya. En ese periodo publicó la mayoría de su obra que fue muy apreciada por sus contemporáneos; y por último.

Benedetto Ferrari, poeta y compositor, trabajó en Roma, Parma y Módena. Es autor de la música y libreto de diversas óperas estrenadas en Bolonia y Venecia que lamentablemente no se han conservado, aunque sí sus tres libros de monodias Musiche varie a voce sola. Aparece en varias fuentes con el sobrenombre della tiorba por su virtuosismo con este instrumento.

La técnica estrella de nuestros chefs

El bajo ostinato. Un recurso de moda en los comienzos del barroco y que concede tanta libertad como dificultad compositiva al autor. Passacaglia, Romanesca, Ciaccona (asociada a menudo en el siglo XVII a la lascivia), Lamento (bajo ostinato descendente abarcando un intervalo de cuarta utilizado por primera vez en el famoso Lamento della ninfa de Monteverdi), constituyen frecuentemente la base sobre la técnica estrella de nuestros “chefs” en la que se despliegan las arias, madrigales y canzonettas bajo los preceptos de Le Nuove Musiche y la seconda prattica: una voz flexible capaz de moverse libremente con sprezzatura (espontaneidad), utilizando una sutil variedad de técnicas, ornamentos vocales y contrastes dinámicos para darle los affetti adecuados al texto.

El ingrediente principal

El amor desbordado. Desde el sufrimiento más amargo hasta la ciega pasión, pasando por la dulzura y el erotismo más sutil en “diez exquisitas recetas”. El desengaño amoroso y deseo de venganza (“Llegará un tiempo en que el amor hará con vuestro corazón aquello que hacéis con el mio”) en Cosi mi disprezzate; la melancolía y anhelo del amor que sabemos se irá con otro amante (“dulcísimo suspiro que sale de esa boca … ven a endulzar mi amargo dolor”) en Dolcissimo sospiro; el sufrimiento por no poder descubrir su ardiente amor (“Cuanto más mis ojos miran su hermoso rostro, más mi boca tiene oculto mi deseo”) en L’Amante segretto; los besos y palabras que se perciben juntos en un imaginado nuevo sentido (“besando las palabras y razonando los besos”) en Con che soavità; la invitación a renegar y huir del amor (“Morir de amor es una locura… ninguna bella mujer da rosas sin espinas… si todos pensaran como yo, Amor sería un delincuente, no un Dios”) en Amanti, io vi so dire; tropezar de nuevo en las redes del amor a pesar de las precauciones que habíamos tomado (“el aire coqueto de una simple mirada que rompe la coraza con la que me armé contra el amor”) en Ohimè ch’io cado; el erotismo y frenesí de los sentidos (“Trenzas de oro, bello tesoro, me ates de mil maneras… amorosos labios de coral que amo …Oh bellos nudos con los que yo gozo”) de Chiome d’oro; el martirio y sufrimiento insoportable por el destino siempre desdichado en el amor (“¿Qué se puede decir si el cielo no da un soplo de paz a mi sufrimiento?”) en Che si può fare; la propia naturaleza que se compadece del amante abandonado (“Lloran con mi llorar las fieras y las piedras … ¿Qué haces tú aquí, mezquino, dolido y sólo?”) en Piangono al pianger mio; el erotismo y pasión entregada sin límite (“Heridme con la mirada, curadme con la sonrisa, … que no tarden tus labios en revivirme muerto,… ¡A las armas, hermosos ojos! yo os preparo el pecho, disfrutad al herirme hasta que me consuma”) de Quel sguardo sdegnosetto.

Y por último, el maridaje

Dos Sinfonie, dos Passacaglia, un Balletto y dos danzas (Gallarda y Corrente), a modo de preludios o interludios, que acompañan y entrelazan las piezas vocales. En realidad, la nueva música, a pesar de estar principalmente supeditada al texto, produjo una evolución extraordinaria en la música instrumental, que sin las ataduras de la polifonía vocal desarrolló idiomas propios con más intensidad que nunca.

A esto contribuyeron enormemente las composiciones de músicos como B. Marini, compositor y violinista que trabajó en la catedral de San Marcos de Venecia bajo las órdenes de C. Monteverdi y que introdujo importantes novedades técnicas en el violín, Giovanni Paolo Foscarini y Francesco Corbetta con la guitarra barroca y Giovanni Girolamo Kapsberger y Alessandro Piccinini con el laúd, archilaúd y tiorba.

¡Espero que lo disfruten!

Fernando Serrano

Media

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